14.7.11

Eras

Tus ojos desenfadados fueron más lacerantes que nunca. Había en el día un extraño letargo nublando el paisaje, mis sueños. Seguiste hablando.
—Escúchame. Mírame de frente y escúchame. Estoy diciendo que eras los otoños más grises, el febrero más lluvioso. Eras en lo que pensaba cuando todo iba mal, mi luz al final del túnel, una pepita de oro entre los recuerdos, la sensación favorita de mi tacto. Eras los domingos en la mañana, las noticias de la noche. Eras el mundial de Corea y Japón, el de Alemania, y un poco, sobre todo cuando México perdía, también el de Sudáfrica. Eras todo lo que amaba y todo lo que pondría en una maleta de viaje, bien acomodado, para que no sufrieras mareos. Eras un vals en París, una milonga en Buenos Aires, un bolero en Monterrey, una triste cumbia en Bogotá, si es que las cumbias tristes existen. Eras mi presente. Eras muchos ayeres. Eras el calendario entero, azteca, chino, gregoriano. Eras algo único. Eras mi anhelo favorito, la piedra en el zapato de la que jamás me quise deshacer. Eras todo eso y más. Eras la galaxia en donde me escondía por melancólica, por crédula, por tonta. Eras el planeta que satelitaba y una roca con la que adoré tropezar. Eras mi vida, amor. Eras eso. Pero eras. Eras.

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